Del 1 al 5 de julio un grupo de feligreses de la Parroquia, junto con otros peregrinos de diferentes lugares de Madrid, hemos viajado a Lourdes con nuestro Vicario parroquial don Santiago Oriol.Salimos el día 1 muy de mañana, con mucha ilusión y deseando llegar hasta el gran Santuario Mariano. Después de hacer varias paradas que sirvieron además, para ir conociéndonos, llegamos a Lourdes alrededor de las seis y media de la tarde.Nada más dejar las maletas en las habitaciones, nos fuimos a cenar ( ¡los horarios franceses!), y a continuación, con mucha alegría llegamos por fin al Santuario.
Durante esos días hemos tenido tiempo de conocer la historia de las apariciones de la Virgen a Santa Bernardita, de profundizar en los signos de Lourdes: el agua, la roca, la luz, los enfermos y las multitudes, y el gran significado evangélico y eclesial que tiene el Mensaje de la Virgen, es decir, los gestos y las palabras que se intercambiaron entre Ella y Bernardita, durante el tiempo de las 18 apariciones del 11 de febrero al 16 de julio día de 1858, día de la Virgen del Carmen.
Las apariciones fueron reconocidas oficialmente en enero de 1862, después de un laborioso informe encargado por el entonces obispo de Lourdes, Monseñor Laurence, en donde participaron médicos, psiquiatras, geólogos, ingenieros, exorcistas, teólogos, etc.
Al día siguiente de llegar, es decir, el sábado, nuestro sacerdote, junto con otros muchos sacerdotes españoles, presididos por Monseñor Cañizares, Arzobispo de Valencia concelebraron una Misa preciosa en la gruta, de la cual, mostramos dos momentos, y a la que asistimos nuestro grupo junto con las otras peregrinaciones españolas que en esos momentos se encontraban en el Santuario. Por supuesto, que tratándose de Lourdes, la preferencia la tenían todos los enfermos que iban en carritos, llamados “chinas”, llevados por los voluntarios de cada hospitalidad con sus respectivos uniformes.
Tuvimos ocasión de pasear tranquilamente por todo el recinto, en dónde recibimos explicaciones de la historia de cada edificio, o de las costumbres y símbolos del santuario.
También pudimos comprobar la riqueza y universalidad de la Iglesia. No solo estábamos españoles y franceses, sino muchos, muchísimos italianos, y asimismo, una gran presencia de hindúes, así como de indios y paquistaníes cristianos.
Es increíble la unidad en lo esencial y la diversidad en las personas: había sanos y enfermos (los preferidos junto con los niños y ancianos), pobres y ricos, europeos y asiáticos, mayores y jóvenes, sacerdotes y laicos, creyentes y no creyentes, santos y pecadores. A todos la Virgen como madre los acoge en su seno, y en Lourdes eso se visibiliza en las dos rampas que parten de las Basílicas de la Inmaculada y del Rosario y que representan la acogida de Nuestra Señora a toda la humanidad y a cada uno en particular.
Por supuesto, pasamos por la Gruta y entregamos a los piés de la Virgen, en un carrito al efecto, todas las peticiones que las personas que no han podido venir nos han entregado.
Este Año de la Misericordia, en Lourdes se podía ganar el Jubileo pasando por la Puerta Santa y celebrando el Ritual que nos propone el Santuario. Siempre acompañados por el Padre Santiago, pudimos celebrar el paso por dicha puerta y, con las condiciones habituales, ganar el Jubileo. Muchos del grupo pudieron aprovechar la ocasión y confesarse con nuestro padre, que siempre estuvo superdisponible para nosotros.
Y el domingo, la gran Misa Internacional. Como estábamos debidamente anunciados, el nombre de la Parroquia resonó en toda la Basílica subterránea de San Pio X, junto con la bandera española que portaba uno de nosotros.
El domingo por la noche, como todas las noches, tuvimos nuestra reunión en el hotel para intercambiar testimonios y experiencias y también recibir una pequeña catequesis sobre el baño en las piscinas en Lourdes. Es una vivencia muy especial que se enriquece cuando se conoce el origen y significado profundo de dicho gesto.
Así que al día siguiente, muy temprano, la mayoría del grupo se fue a hacer la cola de las piscinas. A la salida, todo el mundo estaba feliz y emocionado.
Y por supuesto no faltó el Viacrucis en la montaña, con esfuerzo, cantos, oraciones y participación de todo el grupo.
El Martes, 5 salimos, también muy de mañana (muchos madrugones, pero mucha alegría y entusiasmo), para el Santuario de Loyola. Un lugar, como Lourdes, de una gran belleza natural, y visitamos la torre en dónde estaba la casa natal de San Ignacio, y tuvimos la gran oportunidad de asistir a Misa celebrada por el P. Santiago, en la Capilla de la Conversión. Un lugar lleno de historia y de gracia.
Así que cansados, pero contentos, y después de un viaje cómodo y muy agradable, llegamos a Madrid y a Boadilla.
Al salir viajábamos con otras personas desconocidas la mayoría, pero al volver estábamos rodeados de buenos amigos, y tuvimos la oportunidad de acercarnos a la vida y a la persona de un sacerdote cercano y profundo.
Nos hemos sentidos acompañados por La Virgen en todo momento, que, a su vez nos ha remitido al centro de Lourdes: Jesucristo, la roca, la luz, vividos en una Iglesia unida y diversa.
Una experiencia inolvidable y que deseamos repetirla cuando Dios quiera. |